martes, 20 de marzo de 2018

Días 56-170



Después de casi medio año sin escribir en esta historia, creo que es justo no sólo que la actualice con todo lo que ha pasado en estos 115 días, sino que les informe que ha llegado a su fin. Los 170 días se cumplieron el 9 de enero, fecha en la cual aterricé en Lisboa y me lancé a los brazos del hombre con el que llevo casi 3 años de relación. Ahora, ¿qué ha pasado en todo este tiempo?

Creo que debo comenzar por la Universidad, sitio donde pase el 60% de mi tiempo, y donde logré finalizar el semestre (aunque no con las notas esperadas, pues aún hay profesores que siguen siendo un pedazo de mierda inútil y negligente). Fue uno de los sitios de los que más tarde en despedirme, pues pase 7 años de mi vida queriendo estudiar ahí y ahora debía decir adiós. No mentiré, aún duele, y pesa saber que la próxima vez que pise un aula de clases no será ahí, pero todo el conocimiento que adquirí ahí lo llevaré el resto de mi vida conmigo, y prometo llevar su nombre bien en alto. En ese año y medio de Universidad conocí personas increíbles que aún siguen conmigo, y a los cuales no me alcanzará la vida para explicarles cuanto los admiro, los quiero y los extraño; y para mi, esa es una de las mejores cosas que puede darte una casa de estudios.


Mis últimas semanas en el trabajo fueron un verdadero infierno, pues estaba agotada intentando terminar todo bien, sacar buenas notas y finalizar lo de mis papeles para poderlos llevar. Debo mencionar que mi jefe es una de las personas más increíbles que pude conocer, y aún el día en que finalicé todo, insistió en brindarme desayuno como una despedida y como un enorme gracias; y aunque estaba trasnochada, con la misma ropa del día anterior, despeinada, con ojeras y dolor de cabeza, no pude evitar sentirme bien conmigo misma, pues no sólo había completado mi primera experiencia bibliográfica, también me llevaba cientos de lecciones de vida de un admirable señor, y un hermoso recuerdo. 


Mis últimos días consistieron en mi familia y mis amigas; no pude estar con todos en persona, pero me asegure que supieran que aunque no iban a verme por un tiempo, siempre iba a estar ahi.  Despedirme de mis sobrinos fue quizás lo más difícil, porque siento que sólo los dos mayores entendieron realmente lo que significaba mi adiós, pero realmente puedo ayudar más aquí que allá. Mis amigas aun con todo el estrés de la vida diaria, se aliaron y, a escondidas mias, organizaron la reunión más bonita que he visto nunca (digna de Pinterest chamas, las amo). Es la última pijamada que haremos en un buen tiempo, pero disfrute cada segundo. 


Al vivir en la capital, llegas a detestar muchas cosas y muchos sitios, simplemente por la cantidad de gente, pero el Ávila y Bellas Artes realmente eran zonas que quería visitar una última vez, y la vida se encargó de que pudiera hacerlo. La próxima vez que visite esos lugares seré una extraña para mi país y, probablemente (y conociéndome), termine perdiéndome porque no recuerde nada; pero fue bueno poder estar ahí una última vez. 


Mi primera crisis vino la noche antes del viaje, cuando aún no había hecho las maletas, y me di cuenta que muchas cosas no entraban en ellas. Juro que aún con todas las palabras que sé, y lo escritora que me considero, jamás podré describir esa angustia, molestia, tristeza, sensación rara que te da cuando te toca empacar. Muchas cosas no podía traerlas, pues delataban que era emigrante y debía estar bajo perfil, otras no entraban, otras sencillamente tuve que admitir que no eran necesarias; pero aún así, a tres meses de esto, extraño muchas cosas que dejé. Nada te prepara para ello. 


Estuve un mes en España con mi tío, mi hermana y mi mamá, y aunque fue uno de los mejores meses de mi vida, luego tuve que afrontar 3 despedidas juntas. La de mi mamá fue la última, y creo que en parte fue la razón por la que no lloré casi en el avión de ida, pero ese día, aunque tenía a mi novio a mi lado y sabía que ella me visitaría en un mes, lloré como si el mundo se me hubiera acabado. Pensé en que ahora ambas estaríamos solas, en que podría perderla como a mis abuelas, en todas las veces que quise decirle "te amo" y no lo hice... Y aunque mi mamá es una de las mujeres más fuertes que he conocido, y aunque intentó echarme broma para que no llorara, yo vi como sus ojos de aguaron al pasar esa puerta, y sé que lloró en ese avión, tanto como yo lo hice en tierra. 


A los pocos días cumplí años, y aunque mi madrugada consistió en llorar como si no hubiera mañana, porque extraño a mi familia y se me hacía extraño no verlos ese día, en la noche me hicieron la pregunta más hermosa del mundo: "Quisieras casarte conmigo?". Y si, la misma tonta que criticaba las reacciones de telenovela, es la misma que reaccionó igual, tapándose la cara y llorando mientras decía si. 


Cuando entro en crisis y extraño todo, sólo recuerdo que mi abuela emigró con sólo 17 años a Venezuela, y aunque hizo toda una vida allá, estoy segura que también lloró, que también sufrió, que también extrañó tantas cosas, aunque nunca figuraron en sus historias. Emigrar no es fácil, y estos meses no han sido fáciles, pero no pienso rendirme. Me fui precisamente para luchar por un futuro, y es lo que pienso hacer. 


Si tu has leído esta historia, ya sea porque querías ver el desenlace de la historia de amor, porque querías ver como era mi proceso para irme o simplemente por pasar tus tardes leyendo algo, quiero darte las gracias. Muchos escritores dicen que sólo escriben para desahogarse, pero es mentira, todos necesitamos a alguien que nos escuche, que nos lea; gracias por estar aquí. Que tengas una linda vida. 


Vettel Lesser.

Día 55

El único día que podía haberme despertado con mis amigas y desayunar todas tranquilas, pues me toca madrugar y correr a la UCV otra vez. Me encuentro con mi cómplice decorativa y corremos para decorar todo. Después de estar all day corriendo de un lado para otro arreglando todo y esperando sistema, termina siendo todo el proceso manual y yo echada en una silla con hambre. 

Al mediodía después de arreglar el centro, bajo otro sendo palo de agua, corro a mi casa. Nuevamente atravieso el Orinoco y me topo con que mi bello trabajo de impermeabilizante funcionó en un 80% y si hay menos goteras. Cuando medio escampa, acompaño a una amiga a hacer diligencias. Mi hermano viene a traer la ropa cuando mi mamá arregla una gaveta y regala cosas a diestra y siniestra, y aprovechamos para que mi amiga conozca a Mirandita. Cuando por fin me echo a dormir, estoy mamadisima y te escribo muy poco.

Día 54

Mi día de hoy es una completa locura... Termino levantándome y corriendo a la UCV, hago parte de la decoración de una vez y cuando vengo a ver la hora, son las cuatro. Toca correr a mi casa, bajo sendo palo de agua que ya me había advertido el cielo con sendos truenos que retumbaban en toda la universidad, armar un bolso y salir nadando a casa de Keyla, porque hoy haremos una pijamada.

Mi viaje fue casi un éxito hasta que llegué a la comandancia. Y bueno, el río Orinoco se quedó pendejo, no había manera de cruzar eso sin morir, así que pues nada, termino saltando al agua y llegando a mi destino. A pesar de llegar escurriendo agua y discutiendo un buen rato que películas veíamos, es un rato bien bonito y agradable. Me va a hacer una falta horrible ésta dinámica de decir "nos vemos tal día y nos quedamos a dormir" y bum, se cumple. Cuando me vaya de broma estaré por Skype unos minutos. 

Día 53

Entonces debido a razones que no mencionaré, me paso el día con Sasha en mi casa. Ella es la única que se viene a mi casa ya uniformada, sabiendo que mis perros le volverán el pantalón shit. Pero bueno, me la llevo a la UCV, ya que hay jornada de decoración y no puedo faltar. Me da demasiada risa que ella se pierde cuando vamos, no se ubica en nada y todo le parece otro país jeje. Y sí, la UCV es grande, pero tampoco es un laberinto.

Como a la final sólo estaba yo, y había poco material, opto por llamar a mi amiga cómplice de decoración, cuadramos algo y nos largamos de ahí. Emprendemos la búsqueda de una buena botella de sangría, pero a buen precio. Resulta que Sasha es experta en eso, y terminamos comprando dos para la reunión de mi mamá. Que bonito es tener amigas que si beben. 

Día 52

Milagrosamente hay agua, y ni ha terminado de llegar medio día cuando ya cada rincón de la casa tiene ropa secándose. Tengo burda de hambre y no sé que rayos hacerme de comer, así que termino agarrando una galleta y me pongo a terminar mis cuadernos, útiles y demás cosas para la universidad. Ésta semana que viene hay inscripciones, así que toca ir mañana a idear cosas para decorar.

Llevo como media hora googleando que puedo cocinar, pero no encuentro nada así que termino, a las 11 de la noche, montando una pasta y abriendo una lata de salsa. Me sorprende que no estemos rodando de tanta pasta que comemos, porque es lo único que resuelve; cuando no es con salsa, es con mantequilla y queso, o con Dalvito (la versión "barata" del cheez whiz). Por esto es que no serviría como chef. 

Día 51

Hoy nuevamente fuimos a casa de mi hermano, y me encanta como Mirandita pone pucherito, colorea donde quiere y baila con el bracito arriba. Fuimos todos al supermercado, y es la bebé más educada y tranquilita que he visto, más curiosa y chillona andaba yo que ella. Por cierto, shout-out a mi hermano, prácticamente diciendonos camperusas a mi mamá y a mi, por andar impactadas con los precios. 

Tengo días con ideas para otro libro, pero no logro decidirme por la portada y eso me frustra horrible. Y si, sin portada no escribo nada, porque no me da la gana. Porque siento que la tengo en mente y a la vez no, pero bueno. Le dejamos ropa a mi hermano para lavar, y también al llegar tuvimos que gastar agua en medio lavarle algo a mi mamá para el lunes. Que peo es esto de depender de cuando te llega el agua, ni en la edad de piedra.

lunes, 19 de marzo de 2018

3 cosas que he aprendido como emigrante



1. Los idiomas no son una barrera­

Aunque por respeto una aprende el idioma­ del país al que emigra, tampoco es que ­no vas a poder salir de tu casa hasta qu­e lo hables bien. Aquí en Portugal la ge­nte hasta te agradece querer aprender, i­ncluso te corrigen pronunciación y trata­n de enseñarte palabras nuevas. Encerrar­se en el español no es bueno ni necesari­o. 

2. Regresarse no es una opción­

En medio de las crisis y las depresiones­ comienzan los "Y si?". "Y si me hubiera­ quedado unos meses más?", "y si la cosa­ termina mejorando?", "y si hubiera term­inado la carrera?", "y si hubiera hecho ­las cosas distinto?". Al estar en otro e­ntorno, dejas de ver todo negro y vuelve­ a crecer esta falsa esperanza de que ca­paz aún había algo bueno atrás, pero la ­verdad es que, quitando a tus seres quer­idos, no existe razón alguna para regres­ar, y tú presencia no desatará una magia­ que arregle todo. En mi viaje a Madrid ­llegamos a visitar una churrería, perten­eciente a un venezolano, y antes de irno­s me dijo: "no mires atrás"; creo que es­ el mejor consejo que puedes darle a qui­en emigra. 

3. Tú vida no tiene que ser perfecta en ­1 mes 

La gente tiene este estereotipo de que t­e vas y al mes ya eres millonario y llev­as una vida de ensueño, y no, no es así,­ de hecho tu vida no tiene que ser perfe­cta en absoluto. Al irte, lo que sucede ­es que ves el fruto de tu trabajo, y te ­das cuenta que muchas cosas que llegaste­ a considerar lujos en realidad son norm­ales y hasta derechos. Irte no te garant­iza plata y perfección, sino esfuerzo re­compensado. 

Emigrar es una decisión dura, y no exist­e guía alguna que te prepare para lo que­ vas a vivir. Solo ten en mente que si t­ú te rindes, aquello a lo que huiste gan­a, y no les vas a dar ese gusto.