lunes, 24 de julio de 2017

Día 4


    Hoy volví al Ávila, un lugar que me gusta mucho. Extrañaba sentir frío, incluso extrañaba la textura de un suéter, aquí en la ciudad uno siente que se va deshaciendo con cada paso que da bajo el inclemente sol. Pisar la montaña es sentir, aunque sea por unas horas, que todo está bien; que no existe hambre, ni muerte, ni tragedias, sólo frío y varios artistas intentando ganarse la vida. Por un momento, tu decisión más difícil es si comerte unas fresas con crema o un chocolate caliente. Logras reírte inocentemente al ver a tantos niños rodeando y persiguiendo algo tan sencillo como unas burbujas. Y así, entre risas y regaños transcurrió una mañana -tarde linda y agradable.}

 Lo deprimente empezó cuando tocamos tierra (pues se accede por teleférico), ya que llevamos como tres días buscando un botellón de agua y hoy, que por fin surtieron, no logramos comprar. Lo irritante empieza cuando vas a un supermercado, mínimo, de estos express, y la cola llega hasta el fondo del establecimiento, porque sólo dos cajeros se encuentran laborando. Lo humillante llega cuando ves a tanta gente desesperada, llamando familiares, para ver si a alguno le termina la cédula en 0 o 1 porque llegó harina para esos números. La decadencia empieza cuando compras 5 cosas y terminas pagando una tercera parte de la pensión.


Hoy recordé el gusto de una manzana. ¿Pero saben qué fue lo increíble? Que tuve que pagar 5 mil bolívares por una fruta tan común, que mi mamá y yo tardamos un  bueeen rato en comer, pues teníamos años sin probar una. Y sí, perfectamente puedo vivir sin comerme una manzana, pero me gustaría que fuera porque yo lo decido y no porque no puedo pagarla diario. Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario