Hoy me toca cuidar a mi sobrina de nuevo, así que a madrugar se ha dicho. Pero para nada, porque el metro se tarda mil horas y se queda pegado en cada estación. Como si ya no me pusiera suficientemente nerviosa recordar que no tiene mantenimiento apropiado y transporta millones de personas en condiciones precarias, y que cada sonidito que detecto me hace elevar una plegaria al cielo.
Cuando por fin llegamos, en la rayita de tiempo, logro
convencer a mi mamá que se quede tambien, porque después de que esa institución
le debe treinta años de su vida ella puede tomarse un día libre para estar con
su nieta. Miranda es tan bella y fácil de cuidar, que a veces, por segundos, me
vuelve a provocar tener hijos. Luego recuerdo que puedo llegar a mi casa a
dormir por horas y días, y se me pasa. Mis hermanos me mentaran la madre cuando
lean esto jajajajaja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario