Hoy volví a cuidar a mi chiquita. El perro le triplica el tamaño y ella va y le jala las orejas y el hocico como si nada. Lo más divertido es la cara que pone el pobre animal cuando comienza a lanzarle la pelota, como suplicando que controle a la criatura. Hoy en medio de sus tremenduras, comenzaron a transmitir Frozen y se emocionó toda cuando salía Olaf; y entonces la odiosa que se derrite con tanta ternura.
Estuve cabeceando todo el día por madrugar, y mi hermano y yo nos dormimos en el sofá mientras esperábamos al técnico de Inter. Cuando despertamos del letargo, vimos que ya era tarde y nada de que el técnico venía. No habiamos ni terminado de salir de su zona, cuando lo llaman que estaban abajo, que joyita.
Ni bien llegué a la casa, me acosté. A ver si me paro temprano mañana para reportar el extravío del viejo carnet. Que ladilla, y yo que no quería pisar más nunca esa universidad. Se me olvida completamente hacer almuerzo, pues aunque me esfuerzo por mantener los ojos abiertos, todo se nubla y la laptop queda encendida, conmigo dormídisima al lado.
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