viernes, 11 de agosto de 2017

Día 18



Llevo un buen rato esperando por Grecia. Comienzo a creer que olvidó donde vivo. Cuando finalmente llega, resulta que la bolsa es tan pesada que tenemos que llevarla entre las dos, gemelas con peso coming through. Como si, de paso, la subidita para su casa ya no fuera lo suficientemente lala.

Justo cuando ella está en su mejor momento de sueño, tengo que despertarla porque, como siempre, no sé que hacer cuando un niño hace un desastre; por esto siempre digo que me pienso lo de tener hijos. Como cosas rara en este país, ya a las cinco se me enciende la alarma de que debo largarme a mi casa, como si fueran las diez de la noche o algo así.

Tengo un mega antojo de spaghetti con albóndigas, así que aprovecho éste momento divino y celestial en que tengo todo para prepararlas. Elevemos una plegaria para que no me caiga mal porque de verdad babeo del antojo. Nuevamente me acuesto tarde, pero ésta vez por vaca. En realidad, por vacas todos, pues en ésta casa tienen que llevar almuerzo.

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