Llevo un buen rato esperando por Grecia. Comienzo a creer que olvidó donde vivo. Cuando finalmente llega, resulta que la bolsa es tan pesada que tenemos que llevarla entre las dos, gemelas con peso coming through. Como si, de paso, la subidita para su casa ya no fuera lo suficientemente lala.
Justo cuando ella está en su mejor momento de sueño, tengo
que despertarla porque, como siempre, no sé que hacer cuando un niño hace un
desastre; por esto siempre digo que me pienso lo de tener hijos. Como cosas
rara en este país, ya a las cinco se me enciende la alarma de que debo largarme
a mi casa, como si fueran las diez de la noche o algo así.
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